Nuestro señor Don Quijote

Con su consejo certero Castro Silva se anticipó a la sentencia del mexicano Carlos Fuentes sobre la convenien cia de leer, pacientemente, en las distintas etapas de la vida, los textos de Don Quijote. Según los dos autores, en cada época de la existencia la lectura del Quijote produce nuevas y originales visiones y reflexiones que dejan en el espíritu la rotunda sensación de lo expresado por Mario Vargas Llosa, que esta obra «tiene también la virtud de ilustrar de manera muy gráfica y amena las complejas relaciones en tre la ficción y la vida, la manera como esta produce ficciones y éstas luego revierten sobre la vida animándola, cambiándola, añadiéndole color, aventura, emociones, risa, pasiones y sorpresas». La clave de la sabiduría eterna que entrañan las páginas del quijote «se debe a si mismo a la elegancia y potencia de su estilo, en que la lengua española alcanzó uno de sus más altos vértices». Es la incompara ble capacidad que tuvo Cervantes para encarnar en Don Quijote de la Mancha, la pluralidad, la belleza, las contradicciones, el sutil encanto de la existencia humana. Cada vez que se recorren sus páginas se encuentra, como un tesoro nuevo, la imagen de las múltiples facetas de una seductora visión de la condición humana. Por eso desde nuestros tiempos estudiantiles hemos tenido al «Ingenioso Hidalgo» como un inseparable compañero que nos conduce a hallar la luz en medio de las tinieblas, como una fuente de preciosa sabiduría, a través de esos dos «encantadores charlatanes que derrochan conceptos», al decir de don José Orte ga y Gasset, en «Las Meditaciones del Quijote», quienes fueron capaces, entre la realidad y el sueño, de darle vida al más hermoso «canto a la libertad» que se haya escrito en la literatura universal.